"Porque el tiempo es vida, y la vida reside en el corazón" - Michael Ende

domingo, 15 de septiembre de 2013

Mi pequeña fatalidad

Frágil como espejos sin pulir,
vulnerable cuando me creía imbatible,
inmortal con mi muerte escrita en papel,
así me has dejado de manera sutil.

Has apagado mis antorchas de cartón
con letalidad acuciante, sin dolor, 
con aquel fuego similar al napalm
que extermina las barreras de paja
levantadas por mi razón. 

Has inyectado una sustancia nociva
conocida para todos, desconocida para cada cual,
un veneno corrosivo ante la soledad...
¿Quién dijo que quería cambiar?

Mi corazón se limitó a aceptar sin saber,
lástima que sea necesario para poder ser...
infecto te lo devuelvo. 

Acéptalo sin réplicar con una condición,
una "no opción" ante un amplio abanico
lleno de agujeros y óxido parcial.
No hay vuelta atrás...

Similar a pétalos de rosa muertos
en jardines destinados a convertirse en huertos
donde se planta lo que nadie desea:
semillas de odio, de locura y de tristeza.

Conozco demasiado bien el espacio
distante entre un parpadeo y una lágrima
que se ha perdido para siempre en el tiempo
y vuelve en bucle para otro comienzo.

Has cortado los hilos de mi propia marioneta
y no tengo nada para recuperar el control,
control sobre mí, mi sentir, mi vivir,
veo el iceberg lejos pero muy cerca de aquí.

Y sobre él estás tú,
mi sirena, mi maldita belleza,
mi esfinge, mi helada princesa.

Tu canto me ha dejado ciego
tu falsa sonrisa, preso.
Empujado.
Al vacío...

Adiós

Romperé tus flechas de curare
y te las devolveré convertidas en indiferencia,
en odio, en rencor no patente,
en deseos de esquiva suerte.

Cambiaremos posiciones y serás la única
que se arrepienta de su juego travieso,
que sufra por su alegría en imparable receso
y sus sonrisas vuelen lejos para huir
de tí.

Disfrutaré, beberé a tu salud
por todo lo que no probarás,
me habré encargado de envenenarlo 
de haberlo corrompido de mi rabia
y mis recuerdos felices
que me has obligado a no recordar.

Me habré perdido y salido del camino,
no dejaré que la soledad guíe el sendero,
por ello, vendrás conmigo 
y no dejaré que sigas mi ritmo. 

Te abandonaré en noches de luna nueva,
y sabrás lo que es el mundo umbrío...
¿Quién dijo que las pesadillas eran reflejo
del miedo a lo desconocido?

Te preguntarás, me llamarás, no responderé,
estaré lejos en la dulce oscuridad, 
sin cerillas que encender, sin ganas de volver.

No tardes mi amor de cristal, 
te espero con los brazos abiertos pequeña...
mi pequeña fatalidad.

Desaparece.

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