"Porque el tiempo es vida, y la vida reside en el corazón" - Michael Ende

martes, 22 de julio de 2014

Zen (Tercer Ojo)

Purificado en la muerte de mis sueños,
anclado en realidades y un único deseo:
que sean divergentes y paralelas,
que no sean la verdadera.

Esos son los sueños en los que me consumo,
ardiendo, llorando, bebiendo y demás gerundios
en los que lo positivo sufre de cierto recelo
y lo oscuro se abre camino en la luz del cielo.

Quise conocer los secretos malditos
que rigen opciones, decisiones de juiciosa razón
en la realidad desde la que escribo
sentado en un tren sin destino aparente.

Observando almas tristes,
ignorando motivos particulares, aceptando los generales,
revelados por un tercer ojo en el que no creía
y que es más real que abundantes promesas vacías.

De las que tú eres fundadora
y no puedo huir de ti, del zen, del fin,
de nuestro ocaso falso y ruín,
tesoro lleno de recuerdos y su llave en el mar.

Arenas del desierto que caen sin cese
abocadas a hundir y enterrar mi soledad
entre tantos similares, 
pero diferentes pendientes de evaluar.

Justifico que el zen no era tan mal lugar,
estaba a salvo de la mortifera red viral
expandida a conciencia a través del globo azul,
de la que tampoco estabas a salvo tú.

El tercer ojo cayó en el olvido
la normalidad cumplió gustosa
con su cometido.

Ese gran y fatídico error
fue olvidar que éramos un todo los dos...