"Porque el tiempo es vida, y la vida reside en el corazón" - Michael Ende

sábado, 11 de enero de 2014

¿Caos?

Un dibujo, un retrato, el caos,
rey y señor de su dañado pecho,
dado de cabezazos en continuo proseguir,
cada vez que la soñaba en su lecho.



Suspiraba cuando las palabras no servían
y lloraba cuando las sonrisas no le valían.
Dolía cada segundo que pasaba desde ese instante
en que le abrió la puerta al dolor.



Ácido recuerdo en múltiples sentidos,
superado en su ingenuidad,
incapacitado para volver a amar
pero no para secuestrarla en paisajes dormidos.



Nunca encontró una reliquia similar,
valía su peso en inalculable oro.
Desconocía esa faceta que nadie le hizo ver,
sólo aquel que estuvo dispuesto a pagar.

Con la eternidad si hiciera falta...
Le faltó valor, honestidad, valentía.
Fue irracional al imaginar
que no era tan preciado como ella creía desear.


Al borde de la cama,


pronuncia entrecortadamente,

acariciando el otro extremo,


tan lejano y tan yermo,

alegres delirios,


tóxicos martirios.

No hay nada,


no hay nadie,

sólo maldita piel... 


...que es de lana.

Residuos de odio que no arrancó, 
caducados como los ruegos que rogó,
reflejos opacos de tinta y sal,
marcas en papel y heridas por suturar.



Dolor clavado en su respirar,
sola se veía y se habría de quedar
en un mundo lleno de personas
carentes de amor sin manchar.


Dimensiones paralelas, 
utopías no tan extremas,
eran el juego favorito al atardecer
en el que la realidad significaba perder.

Se lo hacían a sí mismos.
Ambos tenían la alternativa, la evasiva,
pero sólo, para el otro lo hacían
dando más que jadeos, orgasmos y mentiras ficticias.

Hicieron falta millones de segundos,
miles de días, vacíos años,
en los que sus reflejos dejaron de significar
aquello en lo que se desvivían por escudar.

Que eran dos gotas de agua que a la vez corrían
y que no habría ningún válido sucedáneo
capaz de satisfacer esa carencia tan necesaria
con la que habrían de llenar sus vidas.

Un café, dos de azúcar y miles de vueltas.

Sabía que la estaba mirando.

No podía esconder sus deseos a ciegas.

Deseaba su beso y sus disipadas dudas.

Ambos se amaban...
¿Qué importaba el caos en esa historia?